2.10.14

Una cita

La primera vez que lo hicimos, yo no sabía muy bien qué esperar pero estaba confusa casi por todo y agradecía de buen grado cualquier guía. Ella me había ofrecido hacer eso por mi después de una reunión de trabajo a la que, creo, llegué con los ojos hinchados de llorar. Días después, sentadas en el café de un hotel, M. sacó una serie de papeles y comenzó a leerme mi carta astral. Sol en Capricornio, luna en Leo y luego un montón de cosas más que no dejaban de sorprenderme y de las que, la verdad, no puedo acordarme. Guiada por una serie de trazos, me explicó mi relación conmigo misma, con mis padres, con mis parejas, con mis trabajos, la situación en la que estaba, lo que me deparaban los siguientes años. Entonces comenzamos un diálogo - ella me preguntaba cosas y yo encajaba los detalles. Yo preguntaba algo y ella me daba la explicación. A partir de ahí hablamos de un millón de cosas más... y la consulta se extendió toda la tarde y me hizo creer, de otra manera, en el universo.

Durante muchos años antes de ese día yo le tuve miedo a los horóscopos y a la astrología en general porque eso de adivinar el futuro es pecado. Pero conforme fui creciendo y descubriendo que muchas de las cosas que son pecado también son muy divertidas, aflojé mi postura (mi luna en Leo, seguramente, obrando en mi favor). No se trataba de ser necia ni desobediente: descubrí que lo de mirar las estrellas así era otra manera de buscar preguntas... y por supuesto respuestas. Me divertía, pero sabía poco. Me dediqué a leer sobre ello. En algún momento de crisis en la redacción de un periódico, armada de un almanaque lunar, escribí los horóscopos un par de semanas hasta que contratamos a un astrólogo de verdad. Luego recibimos cartas pidiendo los míos: parece que mis "predicciones" eran tremendamente optimistas y eso, bueno, gustaba. Pero lo mío era totalmente amateur: M. sabe, de verdad, con seriedad. Y es magnífico ver en sus ojos lo que descubre.

Hace unos días nos volvimos a ver, corriendo. Habíamos dejado pasar un par de años entre la última consulta y esta vez, por primera vez, no llegué hasta ahí con una angustia. Iba en realidad a verla, a darle un abrazo, a pedirle un contacto de trabajo, a tomarme una taza de café, a hablar de todo lo que ha cambiado desde la última vez que salí de esta ciudad con un plan de viaje de dos meses y pico, a buscar algo que (ahora empiezo a verlo) en realidad llevaba en los bolsillos del pantalón. "Vas a buscar preguntas", dijo mi terapeuta. Y volví con las preguntas, con algunas respuestas, y con unas ganas locas de buscar más preguntas - because that's the name of the game, baby. Según hablábamos, M. me contaba de las cosas que están bien aspectadas y no en los próximos meses: de cómo mi personalidad dual se va a encontrar discutiendo cosas básicas. De cómo ahí mismo también aparece que mi madre estará muy bien y en el futuro, habrá cambios. Muchos cambios. "Lo único que puedo decirte es que veo movimiento... nada fijo, nada estático. Más movimiento. Ya luego tendrás años de calma pero ahora te toca moverte... y reconciliar lo que necesitan tu sol y tu luna".

Como siempre, acabamos riéndonos. "Tú tienes un rollo o un noviete por ahí". "Que no". "Que sí, que aquí hay algo". "Pues es que no". "En tu viaje". "Ah... en el viaje...". Entonces le conté una cosa que fue divertida y probablemente lo menos pensado/reflexionado que he hecho en mi vida - con lo que me reí y disfruté como nunca. "Ves... tu luna en Leo. Eso tiene pinta de lo pasaste muy bien. Y con cosas como esa, con algo así, te lo vas a seguir pasando muy bien". Me sonreí y aún me sonrío al escribirlo. Esté escrita en las estrellas o no, una predicción como esa no puede más que emocionarme.

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